domingo, 25 de octubre de 2009

Fundamentos y técnicas de análisis hematológicos y citológicos

Recuerdo que el primer día de esta asignatura (o módulo, como le llaman ahora) fue muy inquietante. La cantidad de cosas que el profesor declaró que pretendía enseñar parecía abrumador, a la vez que apasionante. Yo no sabía diferenciar un matraz de un vaso de precipitados. No sabía lo que era un eritrocito. Y ni siquiera sabía las partes de una célula. Pero ahí me encontraba, empezando el estudio citológico, y al menos de ganas iba sobrado.

Ahora que llevo más de un mes dando clases, puedo decir que se me da medianamente bien y me gusta el estudio de la sangre. Pero también es obvio que me cuesta más que a los demás aprenderme todas las cosas. No, no conocía el término de metaplasia. No, no sabía lo que era la poliploidía. No, no sabía lo que significaba el sufijo blasto...

Pero bueno, es un tema tan bonito, que no me importa tener que estudiarlo más. Si no fuese capaz de sacar las máximas notas en estas asignaturas, es que sencillamente no valdría para alcanzar mi objetivo final...

lunes, 19 de octubre de 2009

Todo lo que merece la pena requiere un esfuerzo

¿Cómo explicarle a alguien la morfología celular de las células periféricas de la sangre si ni siquiera sabe diferenciar las partes de una célula?

La pendiente es muy pronunciada, y las asignaturas tratan de temas totalmente desconocidos para mi, pero tengo el combustible de la ilusión haciéndome ir hacia delante. Aún me queda mucho, debo administrarlo sabiamente.

Por ahora sigo escalando, se que el final está lejano, pero no tanto como parece...

domingo, 18 de octubre de 2009

El inicio del camino

La edad pasa irremediablemente para todos. Cuando echamos la vista atrás podemos ver nuestros éxitos y nuestros errores, los cuales han contribuido a hacernos tal y como somos, y a conocer a las personas que han marcado nuestras vidas en mayor o menor medida.

Yo soy de las personas que no se arrepiente de mi pasado, a pesar de que esta primavera llegué a la conclusión de que no me había llevado a un destino bonito ni deseado. Tengo algunos amigos a los que quiero y que probablemente no habría conocido si mi vida hubiese recorrido otras sendas. Hay mujeres a las que he amado, que no tendría el placer de recordar la suavidad de su piel y la calidez de sus labios si hubiese tomado otras decisiones. No me arrepiento de nada.

Sin embargo, yo, una persona de letras, descubrí que mi verdadera vocación y mi razón de ser era convertirme en médico. Amargo descubrimiento el mío, pensé, no tengo la menor posibilidad de llegar a serlo, debido a mis pocos recursos y a mi preparación totalmente ajena a dicha disciplina. Eso sin apuntar que mi edad, de 30 años, hace que aunque tuviese la preparación, la tarea pareciese inalcanzable.

Pero, ¿por qué no? ¿Quien es la persona que ha marcado la ley de que las personas no puedan convertirse en aquello que quieran ser?

Busqué, investigué, y me informé. La única posibilidad de entrar en medicina era a través de las pruebas de selectividad (las cuales tenía hechas en el grupo de letras), a través de una prueba de acceso de mayores de 25 años (solo para personas sin la selectividad hecha, lo cual me descartaba) ya través de un ciclo formativo de grado superior relacionado (mi titulación no estaba para nada relacionada). Así que me puse a ello, y conseguí matricularme, gracias a cierta carambola, en el ciclo de Técnico Superior de Laboratorio de Diagnóstico Clínico.

Y aquí estoy, empezando. Y allí está esperándome, mi destino.